A orillas del mar

Esta tarde parece, cómo si la certeza se abrazase a un solo árbol fuera mi escape.
Cómo si al sauce y al viento les uniese un mismo reproche…
Cómo si al enfrentarnos
ya no pudiésemos leernos fuego ígneo en los ojos
y estos versos no fuesen ya míos,
ni este incendio mío y solo te encontrase
dormido en los instantes.

Esta tarde parece cómo si al separarnos, hubieses construido tú, el abismo que vino a enmudecernos. Y yo solo escuchase los átomos en vela que hace aproximarme a la noche que, como viejos recuerdos, me llevaban a añorarte. Y te soñaba grande, como si tú también pudieses soñarme y mi soledad hubiese sido distinta y tan valiente, que jamás me mintiese y me enseñase a andar lenta y descalza, o a volar alto y segura de mí misma.

Esta tarde, voy de vuelta con los rotos. Como en cada luna llena que me derramó de espera. Nunca llegué a comprender si acaso fué tu mentira, o aquella loba hermana que —del trueno sobre el trueno— zigzageó en mi rostro el ritmo y la cadencia de la lluvia. La que siempre fuí sin ti, en todo lo trazado. Porque llorarte fué algo tan fructífero, que hice del vendaval de mi ira otro lenguaje. Con él, llegó la sal de las palabras como una antigua y sabia medicina que se vertía en mí.

Y dime, ¿tú qué hiciste?
¿Acaso no tuviste alguna vez un halcón entre tus manos y lo lanzaste a volar, lejísimos de ti?

Tú, que nunca comprendiste que yo era Lady Halcón volando errante, sin saber ponerle un tiempo a mi dejar de amarte. Por eso, he muerto y renacido tantas veces, sin cuerpo y en mis alas, o en brazos de la lluvia, tendida sobre el bosque.

Y ahora que ha pasado tanto tiempo, puedo decir con certeza, que no me perteneces y no te pertenezco. Que aquel amor me hizo libre y, tal vez, me enseñó a ser algo mejor en las nacientes vidas que el futuro me llame a vivir, si es que existe otro tiempo más allá del ahora…

Sé, que tardaré una noche en blanco, como un mundo inhabitado u otra luna entera, viajando como Venus en este cuerpo de aire, que ya no escribe duelos.
Sé, que viajaré hasta que la aurora regrese y me constele, viajaré. Hasta que el lucero del alba me honre al pronunciarme y sea yo devuelta, como un faro encendido, a la Tierra del Hombre.

Sé, que ¡ya he volado!
Sin límite, ni hogar, fuí casi un ave libre.

Quise escribir para vivir a esta mujer que sabe sostenerme y que ahora comprende que contigo, solo elegía un camino donde la hiedra trepaba sin dejar de enrramarse a mis cortezas de sauce.
Una senda donde amarte, me abrió siempre en dos mitades:

La mía. La que soy y me habita. La que enraízo en mis pasos, mientras danzo, entre el Cielo y la Tierra.

O la tuya, la del Aire. La que fui. La que era. Inocente y etérea, pero sin ti.
Aprendí, a sobrevivir.
A vivir.
A ser feliz.
En ese orden.
A quererme más.
A quererme a mí.

28/6/2022
Aíram

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